Se han naturalizado concepciones de educación cada vez más determinadas por las lógicas de la productividad capitalista
Marcela Pronko es Licenciada en Ciencias de la Educación de la UNLu y realizó sus estudios de postgrado en Brasil (Maestría en Educación y Doctorado en Historia Social en la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro), de visita en Argentina para dictar un Seminario de la Maestría de Política y Gestión de la Educación de esta universidad, participó (entre otras actividades) de un encuentro con docentes y estudiantes donde se debatieron las leyes de educación superior en la región.
Entrevista: Marcelo Hernández
Para quienes compartimos alguna experiencia con vos, no es necesaria presentación alguna, pero como lo demostró la participación de estudiantes en el encuentro, resulta un muy buen ejercicio recordar los motivos que te impulsaron a instalarte en Brasil y cuál es la actividad profesional que estás desarrollando actualmente.
Me fui a Brasil en 1995 para realizar mis estudios de maestría. En aquella época, era auxiliar docente del equipo de Historia Social de la Educación de la UNLu y en nuestro país recién estaban comenzando a estructurarse los postgrados en las universidades públicas. Brasil, en cambio, ya tenía una sólida tradición en ese sentido, con programas de postgrado que constituían importantes referencias de formación teórica e investigación. Por otro lado, en Luján ya teníamos un antecedente: Margarita Rodríguez, una de las primeras egresadas de la UNLu, estaba haciendo una rica experiencia de estudios en Campinas. Así fue como decidí irme, con la intención de volver. Al terminar la maestría, en 1997, me reincorporé a mis actividades docentes en la UNLu, pero me fui dando cuenta que la universidad propiciaba pocos espacios para compartir la experiencia y dar continuidad a los estudios. Por otro lado, las puertas para continuar mi formación a través de un doctorado habían quedado abiertas en Brasil y decidí aprovecharlas. A partir de entonces me instalé en Río de Janeiro, con algunas breves temporadas en Argentina. En Brasil, tuve la posibilidad de trabajar en varias instituciones de investigación y educación superior. Actualmente soy profesora-investigadora de la Escuela Politécnica en Salud Joaquim Venâncio, que es una unidad técnico-científica de la Fundación Oswaldo Cruz. En realidad, se trata de una escuela de enseñanza media técnica que forma en el área de salud, con un diseño muy particular: por un lado, con un proyecto político-pedagógico claro y comprometido con la formación integral y politécnica de la clase trabajadora; por otro lado y concomitantemente, con una articulación explícita entre producción y difusión del conocimiento, o sea, con fuerte desarrollo de la investigación científica aliada a las actividades de enseñanza. En esa institución, desarrollo trabajos de investigación en el área de políticas sociales, particularmente, de educación y de trabajo, y de docencia en la recientemente creada Maestría en Educación Profesional en Salud. Además, soy miembro del Colectivo de Estudios de Políticas Educacionales, con sede en la Escuela, que reúne profesores e investigadores de diversas instituciones con el fin de reflexionar y producir colectivamente conocimiento sobre los fundamentos y tendencias de la política educacional brasileña en la actualidad.
¿El vínculo actual con la UNLu pasa exclusivamente por tu participación como docente de la Maestría?
En este momento, sí. Cuando renuncié a mi cargo ordinario en el 2000, solicité mi designación como docente ad honorem para poder mantener el vínculo y colaborar con diversas actividades pero hasta ahora me han hecho designaciones a término para que pueda participar de las actividades de la maestría año tras año, lo que complica un poco mi inserción y la continuidad del trabajo que vengo desarrollando allí, como la evaluación de los trabajos de los seminarios de los que soy docente y las actividades de dirección de tesis que tengo a mi cargo.
¿Cuáles son los temas que despiertan mayor preocupación en el Colectivo de Estudios de Políticas Educacionales respecto a la educación superior brasileña?
En el ámbito del Colectivo estamos preocupados, ahora, con la re-configuración de la relación entre el Estado y la sociedad civil en el marco de un proyecto social neoliberal que se hizo hegemónico en los años 90 y que en este nuevo siglo pasó por un proceso de aggiornamiento/“humanización”. En este marco, nos interesa particularmente el proceso de formación de los intelectuales y el papel que las ciencias sociales asumen en la construcción de una nueva sociabilidad burguesa, o sea, en la construcción de una nueva forma de “estar” en el mundo de hoy. En estas cuestiones, la educación superior ha desempeñado históricamente un papel fundamental, particularmente las universidades, pero hoy estas instituciones están siendo re-significadas para responder, según dicen, a los nuevos requerimientos de la llamada “sociedad del conocimiento”. En Brasil, está en proceso una reforma del aparato legal que regula estas instituciones y que avanza concomitantemente a un proceso de reforma real de las mismas, a través de diversas estrategias desarrolladas por el actual gobierno para la “obtención del consenso” en torno a sus directrices fundamentales. Vivimos, concretamente, un proceso de masificación jerarquizada del acceso a la educación superior, a través de la diversificación horizontal y vertical de las instituciones que ofrecen ese tipo de formación. Por un lado, y más allá de algunas islas de excelencia, se fomenta un tipo de formación diversificada, flexible, cada vez más inmediatamente articulada a las exigencias del mercado (del mercado de trabajo, pero también en términos de competitividad y productividad). Por otro lado, se restringe la capacidad de creación de conocimiento, orientado cada vez más a la introducción de innovaciones de procesos y de productos en su articulación creciente con el proceso de producción, desvinculados de cualquier necesidad que no sea la de valorización directa o indirecta del capital. En el medio, las formas de funcionamiento de estas instituciones cada vez más diversificadas también se flexibiliza, con la precarización del trabajo docente y no docente, con la introducción de financiamiento a término y por proyectos, con la equiparación de lo público y lo privado bajo el rótulo de “público no estatal”... Y así vamos caminando a pasos largos hacia un modelo que abandona el principio, propio de las universidades al estilo europeo, de la indisociabilidad entre docencia e investigación, así como la orientación hacia una formación más integral y menos inmediatamente determinada por las “necesidades” del mundo de la producción capitalista.
Cuando el Ministro de Ciencia y Tecnología de Argentina Luis Barañao sostiene que hay que privilegiar las investigaciones en software y nanotecnología y asocia las investigaciones en ciencias sociales con la teología, parecería ir en este mismo sentido….
Lamentablemente, esa es una tendencia cuyas orientaciones generales vienen de los organismos internacionales de financiamiento, que comienzan a definirse en la década de 1990 y terminan tomando cuerpo en la actual. En una investigación reciente que desarrollamos con Lúcia Neves en la Escuela, constatamos que desde estos organismos se “propone” a los países “en desarrollo” que concentren su capacidad de generar conocimiento en la producción de innovaciones científico-tecnológicas, que permitan adaptar lo producido en los países centrales de acuerdo con las necesidades específicas del mundo de la producción capitalista. En este marco, las ciencias sociales y humanas, cuyo estatuto científico pasa a ser cuestionado (ahora se trata de “estudios” y no más de “investigaciones”), quedan relegadas a un plano muy secundario, con la función principal de trabajar en pro de la “gobernabilidad” y de la “cohesión social” de las formaciones sociales redefinidas a partir de su transformación en “sociedades del conocimiento”. En Brasil, estas orientaciones han sido totalmente asimiladas por la política oficial de ciencia y tecnología (cuya denominación ha sido modificada como “de ciencia, tecnología e innovación), con repercusiones concretas en la reorientación de los programas de postgrado en esas áreas y en el financiamiento de las investigaciones llevadas a cabo por las instituciones de investigación. Sin embargo, todo parece indicar que Brasil no es un caso aislado.
Desde ciertos discursos que participan en el debate del Departamento de Educación de la UNLu se sostiene la necesidad de orientar el plan de estudios hacia la "salida laboral" ¿cuál es tu posición al respecto?
La cuestión de la orientación hacia la salida laboral es complicada. Por un lado, hay una necesidad clara de los egresados de insertarse en el mercado de trabajo para garantizar su propia supervivencia. Este es el argumento que habitualmente se utiliza para justificar este tipo de orientación y que tiene su validez. Pero esto no debería significar una profesionalización instrumental, dejando de lado aquellos aspectos de la formación que permiten una comprensión integral y crítica del mundo en que vivimos y que hacen posible otro tipo de inserción en la vida productiva, permitiendo inclusive cuestionarla. Si nos quedamos sólo con la orientación hacia el mercado de trabajo, la formación se empobrece, la realidad social se naturaliza tal como aparece y terminamos formando herramientas adecuadas a un tipo de organización del trabajo que responde a determinados intereses, pero que nos es presentada como “hecho consumado”, como la única posible.
Experiencias como la escuela Joaquim Venancio no abundan en el mercado de trabajo educativo, sin embargo este tipo de experiencias necesitan profesionales comprometidos con la formación integral y politécnica de la clase trabajadora. Los organismos internacionales de financiamiento no alientan las investigaciones críticas en políticas educacionales, pero el colectivo del que formás parte nos ayuda a comprender la necesidad política de esta actividad. Si la profesionalización instrumental triunfa en la formación de grado, da la sensación de que estamos perdiendo una batalla importante…
Sin lugar a dudas, pero creo que se trata de un proceso contradictorio, como, en realidad, todo proceso social. Resulta imprescindible retomar estos debates sobre el por qué y el para qué de los contenidos y las formas que asume la formación. La década del 90 nos legó un sentido común que estrecha los límites de los proyectos de sociedad a los del capitalismo. Es lo que, en el ámbito del Colectivo, llamamos de neoliberalismo de tercera vía (ni ortodoxia neoliberal ni populismo estatista, diría uno de sus mayores exponentes brasileños), cuya vigencia nos parece clara en muchos países de América Latina, Argentina y Brasil entre ellos. Este nuevo neoliberalismo, también llamado neodesarrollismo por algunos de sus formuladores, consigue articular una derecha “preocupada” por lo social con una izquierda que se propone actuar estrictamente dentro de los límites del capital. En este marco, cualquier formulación que se proponga ir más allá, es sistemáticamente descalificada como superada, transformando la política de espacio de disputa de proyectos societarios en ámbito de “gestión de lo posible”. Así, se han naturalizado concepciones de educación cada vez más determinadas por las lógicas de la productividad capitalista, tanto en sus formas cuanto en sus contenidos. Sin embargo, aún en este contexto se desarrollan algunas experiencias en la contramano de las tendencias hegemónicas. El panorama general no parece nada alentador para estos planteos y experiencias, pero desmintiendo las “apologías de los fines”, la historia no ha terminado y casi todos los días tenemos indicios de que todo no es tan monolítico como parece. Creo que no hay que romantizar estas experiencias que se proponen una dirección “contra-hegemónica” sino prestarles atención. Sin ir más lejos, encuentros como el del jueves pasado, con estudiantes y docentes discutiendo los proyectos de Ley de Educación Superior pueden ser un importante primer paso. En ese sentido, quería aprovechar para agradecerle a la lista 20 la invitación a esta actividad, por la oportunidad de compartir algunas de las reflexiones construidas en otros marcos colectivos y de empezar a tejer estos hilos invisibles que continúan entrelazándonos aún en realidades un poco diferentes. Luego del encuentro, tuve la oportunidad de ver un intenso intercambio de e-mails evaluándolo. Coincido enteramente con aquellos que han manifestado su entusiasmo por este nuevo punto de partida de (quién sabe) un nuevo construir colectivo en el marco de la UNLu que ponga en una misma mesa a aquellos que sólo circunstancialmente están separados: estudiantes, auxiliares, graduados y docentes. Ese ya es un excelente primer paso. Gramsci decía “pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad” y creo que es un poco de esto que hemos estado conversando. Las contradicciones de los otros (y las nuestras) forman parte de nuestra realidad cotidiana y es por allí que podemos trazar nuevos caminos…
Gracias a la bossa nova, o lo que haya contribuido a conformar el mito, Río es tierra de saudade, ¿algo de ella que podamos compartir?
Creo que, efectivamente, se han construido muchos mitos, a través principalmente de la música y del cine sobre Río. Por un lado, el mito de la ciudad “glamorosa” y tropical, romántica y “caliente”, donde lo excepcional forma parte de lo posible. Por otro lado, más recientemente, el mito de la ciudad en guerra, de la violencia sin sentido, del Estado paralelo asumido por el narcotráfico. Sin dudas, Río tiene un poco de las dos cosas, pero a los ojos de quien vive su cotidianeidad en la ciudad, los mitos se van desdibujando y se van transformando en paisajes para mirar desde la ventana del colectivo. Sin embargo, la cotidianeidad nos va mostrando otros mundos, que se reconocen mejor desde la perspectiva del extrañamiento. Supongo que ser extranjera debe ser bastante parecido en cualquier lugar del mundo y una de sus características básicas es precisamente esa: la capacidad cultural de “extrañarse” frente al otro, de reconocer al otro (y reconocerse) en su particularidad, que no es “natural”, sino históricamente construida. El Río de Janeiro de mi cotidiano pasa lejos de las playas “glamorosas” y atraviesa favelas siempre impactantes de camino al trabajo, pero me reserva un pedacito de vista de la majestuosa geografía de la Bahía de Guanabara desde la ventana de mi habitación. Está hecha de ropas livianas y coloridas para el verano sin fin, de mercados populares de frutas y verduras perfumadas, de posibilidades de fuga a la montaña, a la floresta o al mar a 15 minutos de casa, de tiroteos que se escuchan (y a veces dejan sus marcas) desde casa o desde la escuela, de algunas tardecitas donde el trabajo termina en chop o en vino, de amistades igualmente extrañadas de una América Latina que a veces viene en busca de algún mito...